La responsabilidad social empresarial y el estreno profesional del capital humano
Docente de la Facultad de Ciencias Empresariales
Docente del Diplomado “Administración y Gestión Empresarial
Es común escuchar a los empresarios quejarse de la falta de “mano de obra calificada” o “gente capacitada” para asumir determinados puestos en nuestro país. En algunos casos cuando he tenido la oportunidad, les he preguntado: ¿y tú estás dispuesto a entrenar y preparar según tu necesidad empresarial a esos profesionales que por falta de experiencia previa no colman tus expectativas? Las respuestas son tan diversas…
Y en la otra cara de la moneda, es común escuchar lamentarse a los recién egresados de la vida universitaria, que no tienen oportunidad laboral porque la mayoría de las empresas solicitan entre sus requisitos ineludibles, experiencia laboral previa. ¿Cuándo van a tenerla si no se les permite empezar a tenerla?
Este aspecto es bastante interesante desde varias miradas. Una de ellas es la gubernamental. Recuerdo que una de las disposiciones fue el beneficio tributario para aquellas empresas que contraten jóvenes hasta determinada edad a manera de incentivar el empleo juvenil formal. Me pareció un interesante intento, pero un tanto estrecho en la mirada del problema y la oportunidad que supone la incorporación de jóvenes inexpertos al mundo empresarial ya que, por encima de cualquier buena intención, el empresario se detendrá a ver sus beneficios no solo a nivel tributario sino en términos de sus políticas internas de reclutamiento, retribución, productividad, reputación, clima laboral, etc.
Desde mi muy humilde opinión, creo que les toca a los empresarios ampliar un tanto la mirada y dirigirla al mediano y largo plazo en cuanto a incorporar colaboradores sin experiencia laboral alguna. Los beneficios son muy interesantes en la medida que rediseñen muy bien sus políticas organizacionales y sobre todo muy bien alineadas con el porqué y para qué de la empresa.
Entendamos que darle la oportunidad a un profesional recién egresado, nos permite tener un colaborador que en el tiempo desarrollará un nivel de compromiso y lealtad importante ya que valorará su “primer trabajo” y lo recordará de por vida. Reconocerá que allí se formó laboralmente, tuvo sus primeros jefes-maestros que le enseñaron todo lo que luego le abrirá otras puertas en su vida laboral. Por supuesto, que el riesgo de perderlo como colaborador siempre estará latente. Alguno se nos irá. Pero , como en una oportunidad me precisara un experimentado gerente : “ es imposible evitar que se vaya, el muchacho tiene que seguir labrando su futuro y viendo lo que mejor le conviene, pero en la pérdida de un colaborador podemos tener dos lecturas, una negativa y una positiva : la negativa es que nuestra política de retención del talento humano no está siendo eficaz, y la positiva es que si otras empresas se llevan nuestros colaboradores es porque reconocen que somos capaces de ser mentores de profesionales altamente cotizados.”
Interesante reflexión de este gerente y amigo.
Pienso que en los dos casos la empresa que asume el reto de “arriesgarse” a convertirse en el “laboratorio de experiencias” de jóvenes profesionales, tiene la opción de ganar. Primero porque le da pie a revisar seriamente sus políticas organizacionales y segundo porque realmente está cumpliendo con uno de los principales objetivos de una empresa de verdad, el crecimiento y desarrollo personal y profesional de su gente. En ambos casos está haciendo RSE.
Si una empresa tiene la posibilidad de “exportar” talento, quiere decir que dentro tiene a los mejores jefes y líderes capaces de construir seres humanos de valía para la sociedad. Ahora, el esfuerzo está en retenerlos y hacer tan atractiva la empresa que los colaboradores decidan no irse y no solo por lealtad o sentido de gratitud que de hecho son grandes valores cada vez más escasos en el mundo de la empresa, sino porque ven que la empresa sigue agregando valor a su desarrollo personal y profesional y en esa medida, el colaborador seguirá agregando valor a su trabajo por iniciativa propia. Reciprocidad pura en la mayoría de los casos.
Es muy grande la responsabilidad que asumen los jefes, líderes, y demás compañeros de trabajo del novato colaborador ya que suele suceder y como es natural, el “nuevo” como suelen llamar a los colaboradores recién incorporados a la empresa ( todos los que hemos empezado desde el primer peldaño hemos ostentado ese adjetivo alguna vez), sea una esponja que absorbe todo lo que ve y escucha. Aprende de todos a veces lo bueno y lo no tan bueno, por lo que la labor docente de los compañeros que tienen más antigüedad en la empresa es muy grande. Se trata de comprarse el reto en aras de formar equipos cada vez más diversos, enriquecidos y consolidados en el tiempo y todo lo bueno que acarrean estos tres aspectos. La energía, la creatividad, el ánimo de contribuir y demostrar lo que son capaces, es inmenso en los jóvenes recién titulados. Su optimismo contagia, su energía destruye letargos y anomias que ponen en jaque a cualquier colaborador acostumbrado a su zona de confort, algo tan dañino para las empresas. Seguramente se equivocarán, por supuesto que sí. Se llama “curva de aprendizaje” y en sentido coloquial “derecho de piso”. Cada error lo sentirán en el alma, lo cual lleva a inferir que tendrán mucho más cuidado la próxima vez. Con ello aprenden, maduran, se vuelven responsables de sus actos y de sus consecuencias. En la medida que la organización lo asuma y entienda, podrá sacarle el mejor provecho de ese proceso. Todos hemos tenido que empezar alguna vez. Todo lo que es fácil ahora, en algún momento fue difícil, decía un pensador.
Esta cuota de RSE que las empresas deben asumir en la medida de sus posibilidades las hará ganarse un puesto especial en la mirada de la sociedad. Su reputación crece. Los clientes se identifican con ella al ver que dan oportunidad a los nuevos profesionales que las instituciones de educación superior ofrecen a la comunidad. Se da una interesante sinergia, universidad, empresa y sociedad. Es un círculo virtuoso.
Hay un gran potencial en estos jóvenes deseosos solo de una oportunidad que les permita mostrar y demostrar todo lo que tienen para dar al mundo.
Que grato es, y lo digo por que lo veo frecuentemente en algunas empresas, ver a un joven profesional o a punto de serlo con un pin en el pecho que dice “en entrenamiento” y verlo luego de algún tiempo, ostentando algún cargo de responsabilidad o entrenando a otros que van como él en su oportunidad, empezando su vida laboral. Les brillan los ojos de las ganas de hacer bien las cosas. ¡¡¡¿cómo no aprovechar tanto potencial?!!!.
El talento humano allí está, el inmenso potencial, allí está. Solo falta que la empresa, cuál crisol que purifica el oro, les dé la oportunidad y se dé la oportunidad de ampliar su mirada y cuando se les pregunte a los empresarios: ¿por qué no convocas también gente sin experiencia”? en lugar de un “¡¡¡por que NO!!!”, obtengamos un “¿…y por qué no?”.