Hombre y mujer: Diferentes y complementarios
Por: Dra. María Lourdes Redondo Redondo
Docente del Curso Escuela para Novios: Del enamoramiento al amor
- El problema actual: confusión, el problema de siempre: la difícil comprensión y armonía.
- Significado, riqueza e importancia de la diferencia y complementariedad sexuada: imagen de Dios.
- ¿En qué somos diferentes hombres y mujeres?
- La necesaria y posible armonía. ¿Cómo lograrla?
- Nos encontramos hoy con un grave problema respecto a la sexualidad: no sabemos qué es. ¿Radica en la naturaleza o en la percepción o deseo de cada uno? ¿Soy hombre, mujer, neutro, bisexual, trans? La ideología de género ha creado dudas, desconfianzas y discordias. Pero siempre ha sido un problema la convivencia y, es verdad, que, a lo largo de la historia lo ha llevado peor la mujer, pero sin meternos ahora en la dominación masculina, en general, a todos nos “altera”, el otro (“otro” procede del latín “alter”), precisamente porque no soy yo. Tendemos a pensar que nuestra opinión y comportamiento son los mejores y, así, surge el conflicto. Aunque también puede ocurrir que, cegados por el corazón, idealicemos al otro e irreflexivamente tomemos por bueno todo y nos sometamos a él, perdiendo la propia identidad, alienándonos. Problemas, pues: o nos confundimos, o negamos al otro o nos sometemos.
- Conviene distinguir para unir, pues lo complementario forzosamente ha de ser diverso. ¿Qué me podría aportar el otro si fuese igual a mí, si yo fuese igual a él? ¿Cómo podríamos convivir felices toda la vida si no aceptásemos al otro, como es y a mí mismo como soy? Sin identidad no hay unión, solo podemos ser “una sola carne” si somos diferentes.
Entonces, ¿qué quiero decir cuando digo “yo”, “tú”, “mujer”, “varón”?
La palabra “sexo” procede de una palabra latina “sexus”, del verbo “secare” = “cortar” (de donde procede “secante”, “sesgo”, etc.). Sexo sería, entonces, aquello que nos diferencia a hombres y mujeres, que nos separa, pero para unirnos, enriqueciéndonos mutuamente y enriqueciendo el mundo creando nuevos seres. Se complementan los sexos porque son diferentes, pero en una igualdad común: ser personas con igual dignidad. Nadie es tan perfecto que no necesite de otro. “Te necesito”, “me necesitas”, “te respeto”, “me respetas” es el lenguaje inequívoco del amor. Y esa donación es creadora.
La relación es así de misteriosa y profunda porque tiene su origen en Dios, que es un misterio, es un Absoluto-relativo, Único en Tres personas, diferentes y complementarias: El Padre consiste en darse al Hijo y el Hijo al Padre, en mutua dependencia de Amor, que es el Espíritu Santo. El hombre, imagen de Dios-Amor, es llamado a amar dándose (“Hombre y mujer los creó, a imagen de Dios los creó” (Gn, 1, 27). Somos imagen de Dios en cuando sexuados: diferentes y complementarios, llamados a amarnos y a crear en ese amor, como hace Dios. La sexualidad humana nos asemeja más a Dios que a los animales, es algo muy grande, la imagen, hecha cuerpo, más bella del amor de Dios. Él comprendió que “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn, 2, 18), y le dio una “ayuda” adecuada. No le dio otro hombre sino una mujer. Podría habernos hecho homosexuales o hermafroditas, pero no lo hizo. Está comprobada la mayor eficacia de la reproducción sexuada sobre la asexuada en toda la creación, pero, más allá de la utilidad biológica, se trata en el hombre del amor, que excluye la autosuficiencia.
- Pues bien, ¿en qué son diferentes y complementarios el hombre y la mujer? En el modo de ser: hay un genio masculino y un genio femenino, con su base genética y sus manifestaciones psicológicas, sociales e incluso espirituales, dada la unión sustancial cuerpo y alma.
El sexo genético viene determinado por los cromosomas XX en la mujer y XY en el varón ya en la primera célula y están presentes en todas las células del cuerpo -por ello es imposible cambiarse de sexo, pues no se pueden modificar todas las células del cuerpo-. El cromosoma Y es el responsable de la formación de las gónadas masculinas, que producirán espermatozoides y testosterona, responsables de la formación de los caracteres sexuales primarios y secundarios; la testosterona también produce cambios en la configuración cerebral masculina, desarrollándose más algunas funciones cerebrales como el razonamiento abstracto, la concentración y pensamiento lineal, la agudeza visual en la lejanía, la mayor impulsividad sexual, etc. En ausencia del cromosoma Y, se desarrollan las gónadas femeninas: los ovarios y hormonas que impulsarán el desarrollo de los caracteres sexuales y diferencias cerebrales como un mayor desarrollo del cuerpo calloso, responsable de la interrelación entre los dos hemisferios, lo cual explica una mayor relación y el poder atender a muchas cosas a la vez; además, su inteligencia emocional es mayor y menor su impulso sexual; también es mayor su locuacidad, la visión espacial panorámica, la mayor discriminación de los colores, y su inteligencia concreta e inductiva, a diferencia de la del varón, que es más deductiva. La mujer, en definitiva, es más apta para las relaciones personales y el varón para ocuparse de las cosas; la mujer vive más hacia el interior, el varón hacia el exterior. ¿Por qué todo esto? Tiene mucho que ver con la maternidad, como característica del genio femenino y con la defensa, protección y búsqueda del alimento para la prole, como característica del genio masculino. Por eso la mujer es más emotiva, tienen una mayor memoria vivencial, rige en ella la “ética del cuidado”, más abierta a las relaciones personales, más locuaz, concreta y detallista. Ahora bien, estas tendencias no son determinantes, la educación, sobre todo si es temprana, modifica los comportamientos y, además, hombres y mujeres tienen hormonas masculinas y femeninas y, por ello, potencialmente, habilidades propias de uno u otro genio; como diría Jung, la mujer tiene también un animus y el varón, un anima. Hay que potenciar ambos.
Estas tendencias positivas pueden degenerar en negativas, en vicios, si no se controlan. Así, la mujer tiende a ser más complicada, resentida, chismosa, sentimentalista, narcisista o victimista, envidiosa y vengativa. El varón, más franco, abierto, directo, sencillo y coherente, tiende a aislarse -el autismo es más masculino que femenino-, ignorar las necesidades de los demás y el afecto que reclama la mujer, a descuidar los detalles, a ser taciturno y orgulloso, no dejando ser ayudado o aconsejado, cosa que tiende a hacer la mujer. Esto provoca faltas de entendimiento y conflictos; por otra parte, la mayor impulsividad sexual del varón le dificulta la castidad y facilita la violencia. La mujer siente necesidad de afectos, de caricias y palabras bonitas, el hombre de sexo.
La armonía a la que estábamos llamados desde la creación se rompió con el pecado, porque el pecado es ruptura con el Amor (Dios), fuente de unión; de ahí el egoísmo y la violencia, infidelidades y sufrimientos. Pero es posible la armonía porque el pecado fue redimido y la gracia del sacramento del matrimonio fortalece para ello. Ahora bien, hay que trabajar a diario por comprendernos, perdonarnos y cambiar vicios por virtudes: Intentar ponerse en el lugar del otro y respetar su modo de ser, comprender lo que puede alegrarle o enfadarle, saber ceder, perdonar y tener paciencia. La felicidad inicial irá creciendo junto a la lucha de ambos por superar dificultades. Este ejercicio por alcanzar virtudes, que hacemos por amor, junto con la Gracia, nos asegurará una unión feliz, sin dejar de ser cada uno como es, y será fecunda.